lunes, abril 21, 2008

Desahogo

Un día das una patada a la puerta, sacas la Desert Eagle .50 que tienes acomoda en el cinturón y descargas el cargador sin pestañear, puedes ver el movimiento de los casquillos que saltan de la pistola mientras las balas inciden sobre tu victima sin apenas inmutarte. Cada destello de la pistola rebaja de manera considerable el nivel de adrenalina acumulado en tus venas y la respiración acelerada y pesada se va convirtiendo en tranquila y descansada. Solo cuando aprietas el gatillo y ves que el cargador esta vació bajas tu brazo y es solo entonces cuando te sientes a gusto. Todo sale de manera rápida, te sientes en paz pese al paisaje de sangre en el suelo rodeando el cuerpo de tu victima a la que solo le queda dar sus últimos coletazos.

Tiras la camisa al suelo y das el primer golpe a tu contrincante, descargas tus puños con toda la ira que puedes y notas la sangre espesa y cargada de mala baba corriendo por tus venas mientras, intentas esquivar de manera inútil alguno de los golpes que regresan de tu contrincante, cuando te da no sientes el dolor, solo la subida de adrenalina en tus venas, el calor en tu cuerpo y toda esa rabia que solo puede salir por los puños. Todo para cuando uno de los dos cae al suelo con un golpe seco, pero de igual manera en los dos puedes ver sangre en los puños y en la cara, el cuerpo sudado y una respiración de agotamiento acompañada del dolor de los golpes. Todo torna en calma y tanto ganador como perdedor respiran paz a duras penas, abren las doloridas manos y se sienten vacíos de radia y odio. Seguramente por lo que empezó la pelea ya no importa.

Te giras bruscamente y gritas, el cuerpo te pide oír tu voz resonando contra las paredes ante la mirada de alguien que no se lo espera. No es el momento, es el día y ese el momento de que se abran las compuertas y sale todo con una fuerza que tu no esperabas, mueves las manos para intentar dar mayor expresividad a tu figura gritando por algo que seguramente carece de la importancia que tienen las cosas importantes, pero aun no eres consciente de ello. Estas en plena pelea con el aire, gritando de impotencia en medio de la nada, pagando las cuentas pendientes en el momento mas inoportuno, quitando esa espinita que te molestaba desde hace días, expulsando un montón de ideas in entendibles que se derraman de tu boca como palabras pesadas saliendo a presión. El pulso acelerado se va calmando y rebajas en tono de voz, empiezas a pensar en todo y buscas una salida que es tranquilizarte, respiras hondo y hay un parón en toda esa descarga de mierda que acabas de soltar, estaba dentro y tenia que salir. Entonces, descargado, respiras hondo y descansas, pides perdón y empiezas a hablar con palabras entendibles durante horas lo que en unos gritos han sido minutos. Pero el proceso es necesario para empezar desde cero con el pulso tranquilo y con unos cuantos kilos menos de esa mierda que acabas de soltar.

Te pones delante del teclado y solo piensas en palabras como sangre, odio, rabia, cólera. Tus dedos galopan a un ritmo desconocido sobre el teclado, no puedes mirar a la pantalla y solo deseas buscar la mejor manera de abrir el grifo y que lo que salga no sea tan negro como imaginas ni tan claro, jugar con la palabras de manera sutil mientras el cenicero se llena de colillas y el espíritu toma el control de mis manos desbocadas. La inercia con la que funciona este proceso en mi caso es esta, caigo en una espiral en la que el desahogo es una canción calmada, quizás triste por la situación, mientras de fondo se oye el silencio que me suele acompañar sumado del ruido que producen un montón de teclas al ser golpeadas de manera tosca. Quizás en un método un poco rudimentario y estúpido, pero entonces pega con mi modo de ser. Soy muy tonto a la par que otras muchas cosas y hay días en los que las nubes que tapan el Sol y sacan a relucir modos de expresión muy personales, el modo en el que una ola nos lleva por delante para mandarnos a nuestras tierras negras es único. Como somos allí también es único aunque siempre suele concluir en un modo de expresión poco claro que nos conduce a vaciarnos de todo eso malo que tenemos dentro y que nos cuesta sacar en la rutina de cada día.

Y es que la pesadez de la resaca de un fin de semana, mezclado con un lunes rutinario y algunos pensamientos negativos bastan muchas veces para colmar el vaso. Cuando lo piensas con calma, son cosas tan nimias que desde fuera es un sin sentido este cabreo. Pero desde dentro todo esta dotado de un valor simbólico que es incalculable y arrancar así una semana cuesta lo suyo, es una cuesta arriba en la que no ves el final, es una desilusión por todo por que nada sale como debiera o debiese, la fe diluye en un baso cargado de sal que solo lo hace todo mas amargo. Y todo concluye en un montón de preguntas que me hago a mi mismo sin una clara respuesta mas allá de que es el día, la primavera con el cambio hormonal o una mala racha de la que solo yo soy el culpable. El dedo acusador de mi conciencia me señala con el ceño fruncido y yo solo agacho la mirada, sé que tiene razón.

Y ahora leo esto, me siento descansado, se que aun hay cosas que arreglar pero ya se ha ido ese gran peso, descargo sin sentidos para entendidos, palabras que bien podría ser balas, gritos silenciosos al alba o puños que me doy para ver si espabilo.
Un abrazo Gente

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