domingo, marzo 23, 2008

Metro de Madrid. Grite más alto, que soy idiota. (Parte 1)

Yo ya no suelo comprar los billetes de metrobús en las taquillas. Total, se que ni la taquillera ni la máquina me van a dar los buenos días. Pero la máquina al menos tiene excusa.

Así que compro en máquina. Viendo las últimas estaciones, está claro quién lleva las de perder. Espero que no se olviden de que para arreglar máquinas hacen falta seres humanos. Hemos avanzado mucho, pero no tanto. Las máquinas no son independientes aún. Es uno de los grandes atrasos de la humanidad. Eso, y que nadie haya inventado aún como narices devolver el cambio en las máquinas en billetes. ¿Hasta cuando ese atraso? ¿Podemos poner a un hombre en la luna pero no dar cambio de cincuenta en billetes, sino en monedas? Yo estoy segura de que la tecnología existe.

Pues eso. Las máquinas. Adorables conjuntos de cables, placas, botones y colores que tratan de hacernos la vida más fácil. ¿Pero puede una máquina mostrar la misma sensibilidad que un ser humano? No. ¡Ja! Ahí llevamos ventaja. No porque podemos mostrar sensibilidad, sino porque nosotros si podemos imitarlas y no mostrar ninguna empatía. De hecho, algunos funcionarios ya lo hacen así. No lo hacen porque sean bordes, no se dejen engañar. Cuando usted explique al funcionario que ha tenido que dejar a su bebé enfermo en casa, al cuidado de su madre octogenaria, enferma también, que realmente no puede pedir otro día libre o de asuntos propios en el trabajo porque su jefe le ha amenazado sutilmente que como vuelva faltar le pone en la puta calle, y que si no podría saltarse por una vez la reglamentación, y sacar la fotocopia él mismo del original al que le falta, y él deniegue la petición con la cabeza, ya le digo, no se deje engañar, porque estará derramando ríos de lágrimas por dentro. Pero forma parte de un experimento del gobierno, que busca preparar a la población ante el trato con máquinas.

Esta falta de sensibilidad de las máquinas tiene su máximo exponente en las expendedoras de billetes del metro. Todos sabemos ya usarlas. ¿Quién no, esperando a alguien en el metro, ha experimentado su uso? Si lo han hecho, habrán observado que, aparte del funcionamiento normal, hay un funcionamiento fácil. Es el funcionamiento que yo denomino “grite más alto que soy tonto”. Si alguna vez ha pulsado ese botón, sabrá que la ***** de la máquina se pone a hablar en voz alta, indicándote los pasos a seguir. Se nota que es de fábrica española, porque sigue el mismo mecanismo que los españoles con los extranjeros: si el guiri no entiende, grite que seguro que entonces comprende el español. Y así es. Quizás es que soy muy quisquillosa, pero me da que incluso cuando te indica los pasos lo hace con tonito de superioridad:”A ver, seleccione el billete; se lo repito, el billete. Ya sabe, el ticket, perdón, el papelito duro que sirve para viajar”. La reacción al pulsar el botón es siempre la misma: incrustar el dedo en el cristal, en la esquina inferior, donde el botón “cancelar”, repetidas veces, y mirar alrededor. No hace falta. Ya todo el mundo sabe que es usted imbécil. Para solucionarlo hay quién incluso saca un billete, a pesar de tener uno recién comprado, a través del modo normal de la máquina. No hace falta. Todo el mundo que pensó que era usted idiota ya ha desaparecido. Esto es Madrid. Aquí no se para.

Sin embargo, esta experiencia sirve para que usted haga pasar por tonto a cualquier amigo que no sepa la existencia del modo fácil. Sólo tiene que animarle a pulsar el botón. Disfrute.

Un abrazo gente (By Lupe)

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad es que yo prefiero las maquinas, me resultan mas calidas que los taquilleros de metro, jeje

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